MAGDALENO COUCOUROUCHE (RELATO CORTO)

-Como viene a ser, entre uno de estos, nuestros apetitos, englobaremos el todo asumido a la escala y en la escala por la que nos hagamos concebir. El primer paso es un acto de vacío, exhalar hasta el último soplo de lo que fuimos, de algo acabado y ya remoto de lo cual al fin, hemos conseguido escapar. Ahora nos hallamos en un limbo, donde los sentidos no se vinculan a sensación o reflejo alguno, un recipiente vacuo, inerme, en el cuerpo sobre el que no asumimos ningún control. ¿Así entonces?, ¿desde dónde habrá de llegar el soplo nuevo? ¿el nuevo aliento? Si hemos afirmado en un principio, hemos categorizado la firme supresión de lo ajeno, de cualquier propiedad proveniente de afuera de nosotros mismos. Y sin ser, que lo huimos, somos sin embargo capaces de volver a su seno, en el inmutable origen del vínculo primordial, en la dualidad, en los contrarios nos mantenemos sin estar ni ser y siendo y estando. Es en ese otro vacío, el mismo y diferente vacío, donde la nueva forma proyectada se postergará según aquello a lo cual decidamos pertenecer-.

Metempsicosis Reencarna. Libro I. Aire. cap.V. Valentín Clavijo. Albacete 1772.

-Salían del colegio con las manos cogidas, los niños asustados, un niño a la derecha y una niña a la izquierda. Dispuestos en esa doble fila ascendían con paso lento e inseguro hasta el final de la loma, donde esperaba él con el tambor y el fusil, que si alguno perdía el maldito compás o se desmarcaba de la formación, le disparaba-.

El convertidor de peces. pág. 1. Ernestino Calimocho. Bremen 1940.

He sorprendido a uno de mis alumnos, uno revoltoso, con ese aborto novelado de Calimocho. Tras incoarle una severa reprimenda el pequeño granuja me ha atizado con elegante dureza. _Es lo mismo que usted, marca el camino. Sin saber que replicar a esto, acabé por fingir un fuerte dolor de cabeza con lo que dí por concluida la clase. La habíamos dedicado a tramar teorías con la reencarnación como fondo. ¿Cómo explicar que algo es falso pero aceptable y otro algo es cierto y aborrecible? Igual estoy del todo equivocado y son ellos quienes entienden, distinguen la diferencia mientras en tanto yo continuo gravitando alrededor de una nada, sin hacerme una idea del lugar en el que me vaya a posicionar, que no me posiciono. ¿No es por eso por lo que he elegido a Dios?, ¿porque no lo podía ver? Salieron cogidos de la mano, los niños a la derecha y las niñas a la izquierda, Atanasio quedó boquiabierto cuando el huevo se estrelló contra él, pringando su inmaculada camisa. _¿Por qué? ¿Qué hace? No me he salido de la fila. _Me divierte. Además yo soy quien decide y quien marca el camino. _Y recuerda que estás muerto y los muertos no hablan; le grité. Me complico siendo demasiado absurdo, absurdo y vengativo. Haber tomado y hecho de una pequeña insignificancia una cuestión de honor, me ha convertido en el profesor monstruo al que todos observan con miedo. Se que debiera excusarme, dar una explicación o presentar una causa absolutoria por la que pueda justificar... No, no puedo, no puedo hacerles saber que su profesor, el cura, no tiene en que creer. 
Mirar dentro de uno mismo hasta verse real en el reflejo del alma, ¿no era eso lo que decía San Jacobo?

-Mira dentro de ti hasta que tu realidad aflore en el reflejo de tu alma. Recoge todo cuanto te ha sido dado en excelencia, y pésalo en la balanza de los días-.

Planisferius Personalis in Dio Acorde. San Jacobo S.XII

La inmortalidad, lo inmortal, otra vez ella, que irradiaba en aquel bikini rosa... Hoy se ha presentado hecho una furia el señor Maldonado, quiso hacerse entender el por qué su hijo Agapito que no Atanasio, a la hora del almuerzo, se había llevado a casa puesto el mantel de la escuela. _La camisa, la camisa hecha un cristo. Por los pelos, me he dedicado a embrollarle con no se cuales argumentos teológicos de los que ha sacado buen provecho la escuela, al ser beneficiaria de una generosa donación de parte de la chequera del señor potentado. El señor director me ha hecho partícipe, después, entre chascarrillos y alabanzas, de las necesidades que en estos tiempos sufren las escuelas para dar con cualificados jefes de estudios, y me guiñaba el ojo y me sonreía, todo a la vez. 
Con el anzuelo picándome en la boca, me han sido más dulces estos últimos días, pero he vuelto a caer en desgracia esta misma mañana, enseguida me precipito, parto desde donde no soy nada hasta donde igual o al menos imagino yo, igual quisiera ser. La hora en la que toca la campana llamando a clase estaba próxima, mi humor, excelente, contrastaba con el de los chicos, saturados acaso por las múltiples revelaciones personales de las que les he participado desde lo alto de mi cima victoriosa en estos últimos días. Queriendo en el cénit de mi benevolencia recompensar a Agapito, remarcando bien ese -re que desautorizaba por completo una sincera compensación, presentándome ante mí mismo y a mí mismo a los alumnos como el más capaz para el buen gobierno de la escuela, me arrebaté a un acto de condecoraciones y le hice al pobre muchacho, entrega de una cegadora camisa blanca, blanquísima, sobre la que refulgían en un rojo aún más vívido, más brillante, las iniciales ASNO (Agapito Semper Nobilis Omnium). Conservé el puesto de milagro. Visto con la perspectiva nueva que el tiempo concede a los hechos, puede ser motivo para el humor, y aquel desencanto feroz se transforma en rutinaria absolución, en solución de criptograma que no es tal, pretendo encontrar a una fiera en el lugar donde se limpia con las patitas el hocico un cachorrillo tontorrón, tal vez un doméstico compañero, o una inocente víctima de sacrificio, o, ¿el impuesto guardián de las ovejas al cual no dejan elección? Lenguaraz destino.

-Estoy tocado, por una varita mágica en la que el mal alardea de todos sus tronos. Confabula, contra mí el universo actual, el del principio de los tiempos y aquel que aún no ha llegado a ser. Y esta es solo una pequeña muestra de su poder, ¿qué no querrá hacerme cuando me sienta de veras preparado?-

El final de los tiempos. Anónimo S.X

Maldita poesía, tienes entrañas canibalísticas, me retorcía yo entre alaridos y dolores de parto. En que momento perdí la razón, no lo sé, ni si la perdí, que tampoco. El caso es que hube preferido no saber. Mas no bien, en cuanto conseguí rehacerme del anímico castañazo, que siempre se superpone capa sobre capa y se adecua el manto de la somnolencia al paso de las horas, de los días. Como un buen San Jacobo equilibré el peso y encontrándome en un reflejo me procuré a escribir, Lo Abyecto, por Magdaleno Coucourouche, en las venas de mis brazos.

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